martes, 16 de septiembre de 2008

Suisse

Genève

Llegué a Suiza con alegría y a la expectativa del reencuentro con un amigo que hacía 3 años que no veía. Suiza me recibió con un sol tibio en un jueves feriado. Y Matías con ganas de mostrarme la ciudad y tiempo para recorrerla conmigo.



La verdad Ginebra es una ciudad rara. Con excepción de la ciudad vieja, las construcciones son poco pintorescas y hasta diría que son bastante feas al estilo de las construcciones de la época de Perón en la Argentina. Pero impresiona ver tantos organismos internacionales concentrados en un mismo lugar. Matías se los conoce todos así que ya el primer día paseamos un rato y me nombró: Cruz Roja, Naciones Unidas, Organización Mundial de la Salud, Organización Internacional del Trabajo... y no sé cuántas más que no puede retener.



Entre las cosas que hicimos, el sábado tomamos un colectivo que cruza la frontera, y estuvimos caminando un poco por un mercado sabatino en Francia. Muy pintoresco, sobretodo porque lo hicimos bajo una lluvia constante. Después Matías aprovechó para hacer compras en el Carrefour del otro lado, que es más barato, y luego volvimos a Ginebra para comprar algunas otras provisiones que nos hacían falta ¡¡para preparar sushi!!! En la conferencia tuve una clase de sushi y Matías había preparado nigiri con un amigo japonés una vez, así que nos mandamos y ¡salió delicioso!! Parecía profesional incluso. Así que comimos sushi hasta reventar y charlamos hasta tarde.



El domingo amaneció nublado, pero sin lluvia. Hizo más frío que el sábado y estuvo húmedo. Pero salimos igual. Acá hay un servicio de préstamo de bicicletas gratuito: con tu pasaporte (o documento de identidad) y un depósito de 20 CHF (francos=dólares) podés usar una bici por 4 horas. Así que buscamos dos bicis y salimos a pedalear. Pedaleamos por los Alpes en una mezcla de pueblo-campiña durante casi 2 horas, ¡¡con viento en contra y en subida!!! (No sabés como me acordé de tu travesía en bici en Bariloche, Mano) El objetivo era volver a cruzar a Francia y lo logramos. A la vuelta paramos a tomar un té y comer unos sándwiches (vegetariano para mí) y, en bajada y con viento a favor, volvimos en 45 minutos.



De ahí a recorrer a pie las calles de la ciudad vieja con bastante frío pero disfrutando de las construcciones, que son hermosas. Y de algunos landmarks literarios.




Y a la vuelta, ya hora de cenar, no hizo falta mucha insistencia para que aceptara una fondue de queso suiza para calentar el cuerpo... (Y sí, algunos gustitos me estoy dando...). Me acordé de un cuento mi mamá y pedí té en vez de vino. Parece que la fondue se come con té caliente para que el queso no se te haga una bola en el estómago. Igual, a pesar de mis precauciones, debo confesar que dos horas después de comer me sentí como el demonio... Pero bué… esa es la sensibilidad que me dio la macrobiótica y me la banco.

Y, sin que me diera cuenta, se pasaron los cuatro días planeados para la visita. Entonces el lunes empecé a preparar la mochila nuevamente y me apronté para tomar el avión a Barcelona. El broche de oro para la estadía ginebrina fue volver a preparar sushi el lunes al mediodía (¡qué bacanes!!) y comer deliciosamente antes de partir.

Nadie me quita lo viajado pero fue una pena que los cuadro días pasaran tan rápido.

4 comentarios:

Valeria dijo...

Me estoy transformando en fan de tu blog! Y ahora se sumó Mariano, nos pusimos al día juntos leyendo sobre tu estadía en Alemania con Gerd y Matías. Y la buena noticia que tenés un celu europeo! Se te ve muy feliz en las fotos. Qué bueno.
Besos, Vale

ziNziA dijo...

qué rica la ginebra!

Haru dijo...

Sabrosona!

Qu'e bueno tener fans!!!

Anónimo dijo...

Prima, no ibas a estudiar vos???? ja
se nota que la estas pasando increíble, te quiero, nat