domingo, 21 de septiembre de 2008

Espanya

Barcelona

Día 1. ¡Entré en pánico!! Venía de lugares muy pequeñitos, ciudades de muñecas que se recorrían a pie y en las que me costaba nada ubicarme. Y cuando salgo del subte me encuentro con Avinguda Diagonal, que es como estar en 9 de julio y Corrientes. Pensé: “Me voy, ¿qué hago acá?, me vuelvo a Ginebra, me vuelvo a Ámsterdam, ¡vuelvo a Buenos Aires!!!!” Pero por suerte, me duró poco.

Esa tarde me quedé en el hostel, sólo salí luego de hacer algunos llamados y, claro, me confié porque ahora-estoy-en-España-cena-hasta-cualquier-hora pero no. A las 23.10 hs. me echaron flí en el único lugar que seguía abierto y casi casi me quedo sin comer: me salvaron las bolas de arroz que había preparado en Ginebra con las sobras del sushi (¡y que había olvidado completamente que tenía!!!).

Día 2. Salí a hacer reconocimiento del lugar. He descubierto que eso me tranquiliza: tener el mapa saber cómo moverme, dónde comprar orgánico y dónde comer vegetariano (macrobiótico es mucho pedir en la mayoría de los lugares que visité). Y pasé por el Museo Nacional D’Art de Catalunya, pero no entré. Y seguí caminando y encontré una librería donde compré otro mazo de tarot de Marsella, pero miniatura como el que originalmente me regalara Javier, y ¡descubrí que el libro de Perla Palacci se vende a €16.- en Barcelona!!!

Y luego de muuuuuucho caminar llegué a La Rambla. Me pasó algo muy gracioso (motivo por el cuál pasé por el Museo) y es que me dije: “Me tomo el subte, me bajo dos paradas antes y camino. Para eso estoy de vacaciones…” ¡ERROR! No es como en BAyres, no no no… que entre parada y parada hay 4 cuadras… 6 como mucho. ¡Acá en 2 paradas te fuiste de una punta a la otra! Y bué… terminé caminando ¡puff! Peeeeero es cierto que estoy de vacaciones, así que al final del día no importó.

En La Rambla descubrí el Mercat Boquería, la Plaça Reial, el Palau Güell y la librería más maravillosa del mundo: Central. Quise ir al Museo D’Art Contemporani de Barcelona pero era martes y estaba cerrado, lo que me llevó a una inesperada caminata por El Raval, un barrio muy ecléctico, entre bohemio y turco que me cautivó. Allí encontré desde kebab hasta pintadas de Bertoll Brecht y la sucursal barcelonesa del local que se tiene que poner Anita en Buenos Aires. Comí en un vegetariano bueno-y-barato, donde conocí a María e Ina, de las que ya les contaré más adelante.

Y, por supuesto, como buena caminata de reconocimiento en Barcelona, desemboqué en el Mirador de Colom. En ese momento salió el sol y me eché cual lagarto, tanto lo necesitaba. Iglesia de La Mercé y no les cuento más porque si no mi mamá después me tira de las orejas por lo que shiro en sólo un día.

Día 3. Se lo dedico a Gaudí, me dije. Así que partí hacia Parc Güell. Y no sé por dónde empezar… Me acuerdo de ese lugar y me vuelvo a emocionar. Supongo que debería poder poner en palabras, ¿no? por esto de que escribo poesía y bla, bla… Pero no me salen, la verdad. El lugar es tan monumental, tan bello, tan delicado como no sale en las fotos.



La casa de Gaudí también es muy bonita, más por fuera que por dentro.



Pero lo que me gustó más fue transitar los sectores del parque en donde no hay “obra” propiamente o por lo menos no hay obra tan obscena. A Gaudí le interesaba trabajar con la naturaleza, imitándola y de repente una manifestación tan simple como ésta:



es una declaración más fuerte que cualquier piedrita de colores.

También me tocaba la Sagrada Familia, pero me quedé sin batería en la cámara así que lo cambié por el Museo. Lindo el museo. […]. Pero creo que después de Gaudí había perdido la capacidad de asombro…

Día 3. Sagrada Familia y crash-boom-bang. Preciosa, monstruosa, interminable. Al principio pensé (como cuando era chica y me llevaban a los castillos, ma): “Ufa, está roto, está sin terminar, tanto andamio, tanto plástico, ¡yo quiero verla terminada!!!” (Esa cosa infantil que tengo, qué se le va a hacer…) Pero luego*, volviendo a pensar el tema de la naturaleza en la obra de Gaudí la iglesia resulta su manifiesto más contundente: hace ciento veintitantos años que está en construcción y sólo está finalizado el 50%. Como la Pachamama que nunca descansa, nunca termina.

*Nota para las joaquinas: increíble cómo se pega el vocabulario primero, en rioplatense hubiera dicho “después”. Después le sigue la entonación y creo que a lo último los sonidos.



Siguiendo la ruta Gaudí, pasé por la puerta de La Pedrera y de la Casa Batlló. Hubiera entrado, vio… pero €16.- me pareció un exceso. Así que hice unas lindísimas fotos desde afuera y me engoticé en el Barrio Gótico.

Y así como si nada, desemboqué en la Plaça del Ajuntament donde entre 18 y 19 hs. uno puede manifestarse. Y me encontré (miren si no estaba en el lugar correcto en el momento indicado) con una manifestación de docentes:



que, igual que acá, dicen no a la reducción en las plantas. Y la otra de arrrrrtistas, que piden espacios libres para los callejeros. Me adherí a las dos y me permití disfrutar (en protesta no debería…) de la propuesta de manifestación de los barceloneses creativos.

Incluso participé de En Bragas, ¡versión barcelonesa de Colas , Pau!!!



Día 5. Influenciada por la obra guadiana, me pegó el contacto con natura así que allá fui a Montjuïc a visitar el castillo, que no es muy verde pero desde donde ¡se ve el mar! Y ahí me quedé, embobada, atontada, enceguecida… Y de repente, me di cuenta de que Barcelona me obligaba a ver las cosas, la vida de otra manera… Entre otras cosas porque en ese preciso lugar, en ese momento, ese bellísimo día de sol… ¡hice torta mis anteojos!!!

[foto recreación del hecho]

Almorcé en un vegetariano acompañada (lo saben: las mesas se comparten) de tres catalanes divertidos y macanudos parecía. Si digo que entendí el 40% de lo que decían creo que exagero, pero ¡qué lindo idioma el catalán!!!

Y desoyendo la voz que me dijera: “Playa hay en todos lados, Mercedes.” y escuchando atentamente las entrañas que me pedían sol, mar y viento me fui a Barceloneta. Ya sé, es como ir a Playa Grande: turística, colmada y plástica. Pero les juro que si te sacás los zapatos, mirás en ángulo para enfocar sólo el mar y ponés a Feist en el mp4 lo suficientemente bajo como para que se escuche el mar… Y bué… es una meditación en acción.



Tantas pilas me dio el mar, que después me duró lo suficiente como para encontrarme con María e Ina y tomar té con torta, ver uno de los tantos conciertos por la fiesta de la Mercé (patrona de Barcelona), y finalmente ir a la búsqueda del Bar Marsella donde se vende la absenta que supieron tomar los grandes. Hubiera disfrutado beberla en honor a mi amigo JSG y por recomendación de MOB, pero el bar no lo encontré. Y como no me iba a ir así, desilusionada, me desparramé en un sustituto donde me emborraché con gusto y en compañía de mi cuaderno de viaje que se llenó de poesía trasnochada.

Día 5. Habitualmente, el último día es día muerto. El avión salía a las 14 hs, tenía que estar 12.30 hs. en el aeropuerto, en fin… ¿qué podía hacer? Caminé por el barrio, me desvié en la cuadra justa y descubrí que Barcelona es Barcelona en todos lados.





Por si no se nota, por si no lo sienten, les digo: ¡me enamoré de la Barca!!!!!!! Y a Barcelona vuelvo de cabeza. ¿Quién me acompaña?


3 comentarios:

Anónimo dijo...

Te reencontraste con tus ancestros pues recordarás que tu apellido paterno es de origen catalán-vasco.

C_más_más

c. dijo...

hermosa! te acompaño y nos quedamos una temporadita! lo más de lo más, eh: una ciudad para vivir.


besos, genia!

Valeria dijo...

Me encantó la foto de los pies en la playa. Es para un concurso de fotogrfía! Mandamos también la de "Bragas" : - )
Seguí contando las anécdotas y curiosidades de cada ciudad que es realmente fascinante.
Insisto: Este blog más que un diario de viaje es una pieza literaria.