martes, 19 de mayo de 2009

Concordia

Luego de un domingo nefasto en el cine viendo Jardines en Otoño que no es cierto que sea la peor peli del mundo, pero sí que no llegó a conmover ni a la más entusiasta de mis células, el lunes me reencuentro con la belleza indecible del cine japonés que, con la serenidad de una mecedora, me arrulla en deleite. Toda una lección de cómo atravesar el dolor. Lamento que en este momento de mi vida me falten las palabras -¿se acuerdan de cuando reseñaba poesía?- para darle forma a todo lo que movilizó la película.

Quizás pueda acercarme un poco preparando una delicada comida. Mi humilde aporte en palabras es remitirlos a un texto viejo, revisado. También pueden leer sobre Sharasojyu en boca de otros.

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